Cuán sublime es el momento en que, subís al bondi, pagas y miras los asientos disponibles. Y ves allá a lo lejos, ese pequeñito asiento solito, oculto, al final de la fila, vacio y te sentás, con la impunidad de un menor de edad, sabiendo que nadie, pero NADIE te va a poder sacar de ahi.
Empezó tu viaje, fly.
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